sábado, 2 de noviembre de 2013

Poema de María Antonia Sassi- Dibujo: Ileana Andrea Gómez Gavinoser (copyright, 2013)

RECUERDO
ELLA
en
acelerado
impulso
acaricia
su rostro
agrietado
por
los
minutos existidos
 
ÉL
expía
en
el
abrazo
apretado
En la ciega visión recuerda el  primer encuentro en el atardecer sobre  el puente  perpendicular que  atravesaba  el río. El cielo rojizo  se reflejaba en las aguas   y en la línea del horizonte la faz plateada de la noche se asomaba como invitada a presenciar la extinción de la  pasión.
MARÍA ANTONIA SASSI

Presentación de la Antología Intra(Tra)mas el pasado 11 de septiembre de 2013 en el café literario de APOA


domingo, 21 de julio de 2013

Relojería bucalosa-Cuento de Lisandro Ciampagna (copyright, 2013)


 

Las cámaras tomaraban colidamente en el estudio glamoroso color rojo. Mientras los maquiniyadores movían sus chiavos en lso fondos de los engranajos del aparato.

El gran aparato era alto y murvilloso. Estaba vestido de negor y su cabello artifiloso era multilloso. Sus facciones eran venerblísimas y su voz, decían resultaba tan multimagnifilicente que los oyentes aplaudían embelasadamos cada vez que espectaban las malisidiosas palabras.

Casi era la hora y las pantalatadas de todos los hogares se encendían ensimiliadas. Ya los engranajos estaban aceitados y las túrculas ajustadas. Ya se cerraba la tapa del Gran Aparato y se daban las últimas vueltas a la cláviculuna maestra. Era esta doradula y brillante, y se colocaba en la espalda para que los operánculos pudieran poner en funcionamiento el gran aparato.

Finalmente las luces pistañaron y los televisores espectorelaron la soberinula imagen del gran aparato.

La relojería bucalosa giró y la cavilosa bucosa se activó.

 

¡Venerablísimo!

¡Multimagnicilente!

¡Archirrecontraevanecente!

 

La milagrosidad de la bucalosa del Gran Aparato producía desmayos y lagrimioles en todo el paísulo. Desde el más vegelstosio hasta el más pequeñerajo. Desde el ricalazo hasta el punículo. Lo mismo el oficialoso que espectaba en la gran cunícula que el taxímetrado que escolaba por la ranícula de su vehículo.

Todos los espectalones lagrimileaban embelasadamos.

Las cámaras tomaraban sin descanso y el bucaloso mecanismo parlolaba sin alivio.

Pero entonces… ¡oh, calamitometro! ¡Oh, desastrúnculo!

El venerablísimo Gran Aparato pistañó uns ecúndulo y luego la cavilosa bucosa se cerró.

Los espectalones se paralizaron. Los polínticos prolifestaban apelmasados. Las apenadas madrículas acariciaban a su pequeñerajos acongojados. ¡Desastrúnculo! ¡Ruina! El paísulo atropelado por el Gran Aparato etropleado!

Hasta que un fláctulo machinador pasó frente a las cámaras pistañeantes. Miró un momento el gran aparato y le dio un someroso zampano.

El paísuculo contuvo el aliento embeladamado frente a las convulaciones del Gran Aparato. De golpe pistañeó y la milagrosidad bucalosa volvió a abrirse.

 

¡Venerablísimo!

¡Multimagnicilente!

¡Archirrecontraevanecente!

 

¡El paisúculo salvado! ¡El aparato ameliado! ¡Gloria, gloria, gritaron frente a todas las pantallas, todos los espectalones! Desde el más vejelstosio hasta el más pequeñerajo. Desde el ricalazo hasta el punículo. Los mismo el oficialoso que espectaba en la gran cunícula que el taxímetrado que escolaba por la ranícula de su vehículo. ¡Gloria al milagrosioso murvilloso aparato!

Las cámaras tomararon colidamente, y la relojería bucalosa siguió espectolando.

 Dibujo de Ileana Andrea Gómez Gavinoser(Copyright) sobre el cuento de Lisandro Ciampagna

domingo, 19 de mayo de 2013


DES-CONS-TRUCCIÓN

 

 

   En un pueblo cercano a Babilonia, cuando supieron que los habitantes de Shinar habían iniciado la construcción de la Torre de Babel, decidieron que no podían ser menos que sus vecinos. Entonces, empezaron a realizar un proyecto ambicioso que debía superar ampliamente a la obra faraónica de los descendientes de Noé.

     En el centro mismo de la ciudad, en la plaza que servía de unión a los pueblerinos, comenzaron los trabajos de excavado.

     La intención era clara: llegar al centro de la tierra y convertirlo en el refugio imponente de las obras consagradas a Dios.

     La obra, más que disparatada, era imposible, porque las herramientas con que contaban eran ínfimas e ineficaces para tamaña tarea. Uno a uno, los habitantes fueron sucumbiendo en su delirio de grandeza. Sin embargo, no cejaron en su empeño y en su constancia. Las generaciones futuras, continuaron lo iniciado por sus antepasados.

 

     Y así como la Torre de Babel continúa siendo erigida sin pausa por la humanidad, la tierra sigue siendo horadada  por otros pueblos, que, a imitación de sus vecinos, no comprenden la ironía de la des-cons-trucción.
 
 
Un cuento de Diana Rosés








                                  Dibujo de Ileana Andrea Gómez Gavinoser basado en el cuento de Diana Rosés
                                                            (Copyright, 2013)
 


lunes, 13 de mayo de 2013

ASESINO SERIAL- cuento de María Antonia Sassi (copyright)




            Sigiloso, sagaz como una nube blanca que se diluye en el agujero negro de la oscuridad, se desliza sobre el tejado; espía vacilante y expectante el cesto  concéntrico de ramas y hojas en la arista  colonial del  techo del que se emiten débiles sonidos. La pareja en la entrada aguarda al visitante trepador;  en posición de defensa perfilan  sus pechos  que son el blanco esperado en el  primer zarpazo. Sonidos, ruidos, aleteos, trinos ahogados. El rumiante se aleja con el golpeteo de la presa sobre el techo, sangra la herida de la pareja asesinada, el nido quedó solitario. Volátiles copos blancos  surcan  la noche y sentado triunfador, el felino paciente frente al enrejado portón  aguarda  sigiloso a la próxima víctima.   

Durante varias semanas permaneció sentado frente a las verjas de entrada. Luego  desapareció.
Al cabo de algunos meses, silentes pisadas  se acercaron  en la espesa noche cubierta de una neblina blanca, cerrada, que no permitía  distinguir nada cercano. 
Se alejaron luego  por la vereda  rocosa de baldosas salientes y encorvadas. La trasnochada  noche retomó el silencio oscuro impenetrable.
Trastocada por el miedo traspasé la puerta de terracota pintada y desde la ventanuca,  con el oído inclinado hacia el  rectángulo del enmarcado cristal traté de escuchar los ruidos del silencio.
Durante varias noches los pasos caminaron sobre el tejado y sobre mi cabeza en  el dormitante entresueño. Una y otra vez y otra más, un ronquido rumiante me sobresaltó.
Escuché entonces el aleteo  que golpeando el tejado, caía en el espacio y se desarmaba. Al día siguiente las vísceras y  parte del plumaje  se encontraban diseminados por el suelo graminoso.
En lo alto, en la cumbre del pino, un nuevo  grupo de extraños pájaros construían su morada.  Semicírculos de picos corvos, ojos redondos, pupilas enormes, cuerpos alargados, plumajes terrosos, trinos  agudos  intimidaban el ambiente;  enormes  garras, se sostenían en las ramas que se mecían hamacadas por la brisa de la tarde.

El aleto nuevamente me sobresaltó; una  víctima más en la cuenta del asesino. Me incorporé del sillón en el que estaba sentada escribiendo un cuento corto frente a mi escritorio.  Con rapidez, espié entre las tablillas de la persiana y allí estaban luchando. En círculo una bandada de pájaros de la misma especie se aglutinó.
El agresor se sintió prisionero sin ninguna  probabilidad de una posible huída
Lo encerraron  y silenciosamente    fueron devorando todo su ser. Tendida en el suelo su piel   de vellones  de sedoso  y níveo pelaje era una mancha extendida sobre la gramilla del parque.    

Han pasado varios meses y todo ha regresado a la normalidad. De vez en cuando   los extraños  pájaros en grupo regresaban al alto  pino.
           
En el sillón, realizaba la corrección  del borrador del  libro que estaba ya finalizado sosteniéndolo  entre las manos, leía sus últimos párrafos: Nuevamente  los golpes sobre el tejado y los desgarrantes y agudos sonidos de los pájaros, que más que sonidos parecían lamentos y llanto. Espío el césped húmedo del otoño  por las rendijas del ventanal y allí sentado, un enorme animal  se ocultaba en la espesa niebla que apenas dejaba adivinar al enorme  anómalo con apariencia de  felino, ojos  y cabeza de ladino  y todo  su cuerpo emplumado que  espera paciente, sentado frente al portón esperando a su próxima víctima.     
MARÍA ANTONIA SASSI
  
 Ilustración de Ileana Andrea Gómez Gavinoser sobre el cuento de María Antonia Sassi (copyright)