domingo, 21 de julio de 2013

Relojería bucalosa-Cuento de Lisandro Ciampagna (copyright, 2013)


 

Las cámaras tomaraban colidamente en el estudio glamoroso color rojo. Mientras los maquiniyadores movían sus chiavos en lso fondos de los engranajos del aparato.

El gran aparato era alto y murvilloso. Estaba vestido de negor y su cabello artifiloso era multilloso. Sus facciones eran venerblísimas y su voz, decían resultaba tan multimagnifilicente que los oyentes aplaudían embelasadamos cada vez que espectaban las malisidiosas palabras.

Casi era la hora y las pantalatadas de todos los hogares se encendían ensimiliadas. Ya los engranajos estaban aceitados y las túrculas ajustadas. Ya se cerraba la tapa del Gran Aparato y se daban las últimas vueltas a la cláviculuna maestra. Era esta doradula y brillante, y se colocaba en la espalda para que los operánculos pudieran poner en funcionamiento el gran aparato.

Finalmente las luces pistañaron y los televisores espectorelaron la soberinula imagen del gran aparato.

La relojería bucalosa giró y la cavilosa bucosa se activó.

 

¡Venerablísimo!

¡Multimagnicilente!

¡Archirrecontraevanecente!

 

La milagrosidad de la bucalosa del Gran Aparato producía desmayos y lagrimioles en todo el paísulo. Desde el más vegelstosio hasta el más pequeñerajo. Desde el ricalazo hasta el punículo. Lo mismo el oficialoso que espectaba en la gran cunícula que el taxímetrado que escolaba por la ranícula de su vehículo.

Todos los espectalones lagrimileaban embelasadamos.

Las cámaras tomaraban sin descanso y el bucaloso mecanismo parlolaba sin alivio.

Pero entonces… ¡oh, calamitometro! ¡Oh, desastrúnculo!

El venerablísimo Gran Aparato pistañó uns ecúndulo y luego la cavilosa bucosa se cerró.

Los espectalones se paralizaron. Los polínticos prolifestaban apelmasados. Las apenadas madrículas acariciaban a su pequeñerajos acongojados. ¡Desastrúnculo! ¡Ruina! El paísulo atropelado por el Gran Aparato etropleado!

Hasta que un fláctulo machinador pasó frente a las cámaras pistañeantes. Miró un momento el gran aparato y le dio un someroso zampano.

El paísuculo contuvo el aliento embeladamado frente a las convulaciones del Gran Aparato. De golpe pistañeó y la milagrosidad bucalosa volvió a abrirse.

 

¡Venerablísimo!

¡Multimagnicilente!

¡Archirrecontraevanecente!

 

¡El paisúculo salvado! ¡El aparato ameliado! ¡Gloria, gloria, gritaron frente a todas las pantallas, todos los espectalones! Desde el más vejelstosio hasta el más pequeñerajo. Desde el ricalazo hasta el punículo. Los mismo el oficialoso que espectaba en la gran cunícula que el taxímetrado que escolaba por la ranícula de su vehículo. ¡Gloria al milagrosioso murvilloso aparato!

Las cámaras tomararon colidamente, y la relojería bucalosa siguió espectolando.

 Dibujo de Ileana Andrea Gómez Gavinoser(Copyright) sobre el cuento de Lisandro Ciampagna

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