lunes, 16 de mayo de 2011

Elena Canto (copyright,2011)



Todo lo que nos rodea es Poesía para un ojo que no ve tan solo con la retina. Ver. Algunas personas creen ver porque están atentas a movimientos que hay a su alrededor, pero no. Distraídamente se puede ver la caída de una hora, la mirada de un perro o los pasos de un hombre. La mirada del otro es el infierno, dijo Sartre cuando vio realmente con sutiles ojos.
La mirada poética es un paraíso, la que ve más allá, la que cierra los ojos para descubrir que hay mundos “irreales” que nos duelen, nos alegran o perturban tan fuerte como un cachetazo en pleno rostro. William Blake afirmó: Si se abrieran las puertas de la percepción las cosas se verían tal cual son, infinitas. ¿Con qué ojos vio la infinitud?
La poesía nos dona sus ojos y nos permite asimilar la realidad para crear universos infinitos que se expanden como así también el Universo. Esta expansión nos permite pensar que el el pensamiento se está extendiendo al unísono con el Universo. Cabe preguntarse si la poesía germina en el pensamiento o se genera a sí misma con la fuerza de la poeticidad. Que el poeta sea como un pequeño dios, pronunció Vicente Huidobro. Un rol protagónico que le pertenece a la Poesía, diosa pagana que reina en nuestro centro. ¿Qué es primero, la Poesía o el poeta? ¿Quién la adoraría si no fuera por los poetas? ¿Quién la entronaría con una corona de metáforas? ¿Quién sacrificaría como a un carnero su sensible cordura a tal punto de sumergirse en un vendaval de pesadillas y alucinaciones? Pero en recompensa, el poeta recibe de la Poesía la luz que lo sanará de su ceguera: Una luz tan fuerte que lo encandila y le quema los ojos que no sólo le sirven para mirar lo obvio, lo inmediato y lo vulgar.

                                               Elena Canto

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